Qué repentinas son siempre las despedidas, parece que no debieran llegar y lo hacen, rompiendo un pedacito de nosotros, casi sin darnos cuenta y sin poder evitarlo.
Y aquí estamos de nuevo, apretando fuerte los labios, temblándonos todo, desde tan adentro.
Y mirándonos a los ojos en un increíble acto de valentía, tentando a las lágrimas, queriendo traer a la mente todos los buenos momentos, y pensando en el futuro, el nuestro.
Porque entre las despedidas, afortunadamente, están las que se siguen de un reencuentro, aunque a veces no parezca ser suficiente motivo para no apretar tan fuerte los labios que duele.
1 comentario:
tus palabras son muy verdaderas, hoy se las regale a una amiga que acaba de tener una gran perdida. te lo agradezco, espero que no te alla molestado. un gran abrazo!
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