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martes, 28 de octubre de 2008

me pides palabras alegres

dices que entre las líneas que escribo suelen entreverse estelas de tristeza, o de melancolía, por eso hoy me he propuesto contar una historia alegre, en este gris día de lluvia, siempre me gustaron los retos...

Una vez te hablé de una fábrica de besos (que tal vez conozcas), hoy te contaré cuál fue la historia de la fábrica de risas que había unos números más abajo en aquella misma calle.

La fábrica nació producto de un sueño, de uno de esos sueños que se tienen y se recuerdan, y le obsesionan a uno hasta que lo realiza, además coincide que quien lo soñó era alguien especial, todavía creía en los sueños y convirtió aquel en su proyecto de vida.

Soñó con un lugar en el que no sólo hubiese almacenadas risas de todo tipo (de las sinceras claro) sino con uno en el que pudiesen fabricarse para aquellos que no las tenían, o que las habían perdido, o que las habían cambiado por una permanente mueca de tedio (hay personas que no tienen suerte con los trueques), daba igual de dónde fuesen, o qué hubiesen hecho hasta aquel momento, el único requisito que pedía este soñador era que realmente deseasen una sonrisa...

Así que se puso manos a la obra, al principio le tomaron por loco (y al final y entremedias...) pero a él le daba igual. Comenzó sin subvenciones, sin avales (a ver quién iba a apostar algo por semejante proyecto), sin socios capitalistas...pero hay que decir que el tiempo que dedicó a explicar el proyecto a banqueros, a empresarios y demás entes influyentes, fue realmente "productivo", ya que consiguió arrancar
, entre diapositiva y diapositiva, las más sonoras carcajadas de muchos rostros grises.

He de reconocer sinceramente que también a mí me pareció que era una locura, incluso a él se lo parecía, pero como decía antes, era su proyecto, y de vida ni más ni menos.

Pasó el tiempo, no me detendré demasiado en los sucesos que acontecieron, y sorprendentemente puso al final aquello en pie, con mucho esfuerzo y más de un disgusto, pero cuando las fuerzas comenzaban a fallarle, se ponía frente a un espejo y ... sí, sonreía, hasta que la risa le salía desde dentro sin necesidad de forzarla.

Y lo consiguió, vaya que si lo consiguió, y el boca a oreja convirtió aquel proyecto en un enorme éxito, de una punta a otra del mundo supieron de su existencia, la gente conseguía sonrisas, y risas y a veces hasta carcajadas (más de una mandíbula pagó las consecuencias de semejante éxito).
Había voluntarios que podían incluso tirarse más de 5 horas sin parar de reír, increíble de verdad.
Todavia recuerdo cuando entregó el primer pedido, era una enorme caja con más de 50 risas, él mismo quiso ver cómo esas risas acababan en los rotros de sus nuevos dueños, casi no podía creerlo, encajaron a la perfección y resultaron ser contagiosas, ese día lloró de alegría...

Y aquí termina esta breve historia, espero que te haya gustado...

Para lograr todo el valor de una alegría has de tener con quien repetirla.

(1835-1910) Mark Twain, escritor y periodista estadounidense.

por cierto por increíble que parezca, otros también han conseguido hacer realidad sueños similares...





5 comentarios:

Unknown dijo...

En tiempos de crisis nos hace falta una fábrica de esas. Muy bonito.

Un beso

ideas dijo...

Me has recordado uno de los libros que mas me ha gustado.. el vendedor de tiempo..

இலை Bohemia இலை dijo...

Vaya dan ganas de que sigan los días fríos y con lluvias para que nos sigas regalando bellas historias...

BSS

Elena Martín dijo...

gracias, gracias, gracias
:)

Anónimo dijo...

Maravilloso sueño el que dió origen a la fábrica. Y perfectamente descrito.

Por eso de ayudar me gustaría realizar un importante pedido.

- 2500 unidades de sonrisas pícaras.

- 3250 carcajadas estuendosas

- 8100 hipos de los que te dan despúes de haberte reído mucho.

Ruego me lo envien a la mayor brevedad posible.

Besazos, prima